viernes, 30 de septiembre de 2011

1 año

También amaneció 14 de septiembre y el día era apasionantemente impredecible, entonces abordábamos el avión dejando unos metros atrás esos últimos abrazos, esas últimas palabras que al decirse habitaban ya el recuerdo.
Y ya se sabe, el tiempo es tan moldeable por las circunstancias, que pareciera más grande o más pequeño según el color que dibujan las retinas. Días largos, noches cortas, horas de alegría, minutos de llanto, segundos de rabia, amaneceres de esperanza, el tictac de la duda y el tictac de la certeza.
Querías que escribiera algo y me pasa lo que a veces te cuento, que no sé de qué forma guardar en la palabra a la vida, no poner palabras para definir la vida. En fin, que ahora recuerdo una tarde que lloraste mucho y me hablabas de lo injustas que son las cosas, toqué tus lágrimas con los labios para sentir eso que duele y que siempre ha de doler, esa conmoción que no debe ser costumbre, eso que aprehendemos a cada instante, con cada muerte y con cada risa.
Hace un año que vivimos en Camerún. Hace un año que dejamos Barcelona. Las dos cosas, porque la vida es así, una pintura llena de contrastes.
A La Rubia y a los que siempre nos esperan,
El Gordo
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario